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COLABORACIONES

La universidad es un derecho

Septiembre 23, 2015

Conocí a Eduardo Francisco Rinesi en abril de 2013, en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Asistió como uno de los ponentes principales del “1º Seminario Democratización de la Educación Superior. Una mirada desde el Mercosur”, organizado por el Ministerio argentino de Educación, el Mercosur y la UNC, como parte de los 400 eventos organizados durante 400 días, para celebrar el cuarto centenario de la primera universidad argentina.
Su presencia, como rector de la Universidad Nacional de General Sarmiento (ubicada en Los Polvorines, Gran Buenos Aires), al lado de otros académicos argentinos y conosureños, como Daniel Mato, Diego Tatián y la ex rectora cordobesa Carolina Scotto, fue una bocanada de viento inquietante para un recién llegado de las cómodas aguas colimotas.
En México, donde las agendas en las universidades estatales están más orientadas por otros temas, lo que se discutió allí me resultaba novedoso (además de urgente): sentidos de la universidad en la construcción de nuevas ciudadanías, políticas de inclusión en la educación superior o transformaciones institucionales para la inclusión en la educación superior. Rinesi fue uno de los mejores ponentes que escuché.

La universidad es un derecho
En una entrevista para “Página 12” a mitad de 2015, Eduardo Rinesi respondió varias preguntas sobre sus ideas de la universidad. La postura es firme y los conceptos valen la pena como provocaciones para la reflexión.
Por principio, sostiene que la universidad es un derecho: “No es verdad que una institución que después de recibir a cien alumnos produce diez excelentes graduados, sea una universidad de excelencia. Es una universidad mala, porque no ha estado a la altura de garantizarles a todos el derecho a la educación… Una universidad no es de verdad una universidad para todos si no es para todos de la más alta calidad. Si no, es un engaño”.
El problema no es simple. La universidad, desde su origen, no se pensó para un cometido semejante, siquiera próximo; era una fábrica de élites.
Sostener el derecho a la universidad admite dos interpretaciones, afirma el filósofo: como derecho de los sujetos, individualmente, o como derecho del pueblo en tanto sujeto colectivo, para beneficiarse de sus saberes. Como derecho individual significa “el derecho a tratar de entrar y entrar, a tratar de aprender y aprender, a romperse el alma estudiando y avanzar en sus estudios, a terminarlos en un plazo razonable”.
El otro tema al que la nota dedica espacio es a los profesores y la investigación. Sus conceptos son también contundentes: “Valoro mucho la investigación universitaria, por supuesto, ahora lo que sí me parece inaceptable es que en nombre de la importancia de la investigación nos hayamos acostumbrado a suponer que la parte de la docencia de nuestra vida universitaria es una parte mala, degradada”.
Contra esas concepciones y prácticas que alentaron la docencia en posgrado o a grupos reducidos por parte de los docentes más calificados, Rinese arremete: “Tenemos que ser capaces de generar los estímulos morales, políticos y, si es necesario, materiales para que los colegas en los que el Estado argentino gastó mucho dinero para calificar den a esos estudiantes (de cursos iniciales) las mejores clases que puedan dar en lugar de suponer que ese es un favor que les hacen de tanto en tanto… mientras ellos continúan su loca carrerita hacia la nada”.
Los párrafos que entrecomillo los suscribo sin duda ni dilación.

Juan Carlos Yáñez Velazco

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